sábado, 9 de febrero de 2008

LA VERDAD ANTE LA MUERTE


LA VERDAD ANTE LA MUERTE

Señores Magistrados,
acojo con serenidad
el fallo de este Consejo
y es mi voluntad tan fuerte
y grande mi lealtad
que no me importa la muerte
siendo por la libertad.
Salí en España a luchar
y a defender justamente
lo que el pueblo noblemente
siempre quiso respetar.
Lo que el pueblo libremente,
y con derechos supremos
y con ánimos serenos,
conquistó serenamente.
Luché porque comprendía
que en España se cernía
la tromba del malestar
y si es delito luchar
por defender lo que es mío
y me lo quieren quitar,
¿quién deja que impunemente,
sin motivos probados,
lleven lo que tristemente
fueron bienes alcanzados
con el sudor de mi frente?
Somos dos polos opuestos,
yo en la miseria vivía.
En mi hogar jamás había
el pan sobrado que dan
para los que siempre van
de mejro en mejor vida.
Yo era el pueblo cuajado
de sufrimientos y llantos,
yo nunca pisé en los campos
de ese bienestar sobrado;
vos sois los capitales,
nunca conocisteis males,
ved si diferencia existe
entre lo alegre y lo triste.
Y esos trocados
de leales y falsarios
y que son tan disputados
entre burgueses y aliados
contra buenos proletarios.
Digamos si la razón
asiste al más poderoso,
que si lucho con acoso
defendiendo la traición
que el pueblo no merecía.

¿Quién más razones tenía
el hombre que defendía
lo que así le pertenece
o los que siempre querían
ver el pobre en paz de muerte?
Luché y perdí.
Yo fui del monte fugado,
hoy ya soy un presentado.
Hoy estoy aquí vencido,
pero nunca convencido
de que la fuerza es la razón
y el que tenga corazón
que en España haya vivido
que diga si la prisión
del libre y del contuvido
si es más fuerte la razón
a la fuerza en el sentido
de dos fuerzas en razón.
Yo nunca fui luchador,
siempre fui antiguerrero,
siempre fui un trabajador.
Pero ante tantas infamias
y atropellos meditados
pronto dejé sepultados
mis ánimos pacifistas,
defendiendo las conquistas
que el trabajo me ha legado.
Y no me importa el morir,
sé que entregando mi vida
a manos tan alevosas
es para vos el vivir
entre jazmines y rosas.
Mirad qué cuadro más tierno,
el dolor y la miseria,
el dolor en los hogares
y la miseria en los pueblos.
Sois únicos paladares
que la sangre saborea
y que nunca titubean
en ser siempre los prolijos
para dejar muchos hijos
al amparo de villanos
que llevaron de inhumanos
las laureadas medallas
por llevar a las batallas
la sangre hirviendo en las manos.
Y antes de vivir así
sufriendo penas yo mismo
y ahora que en España vi
ir rodando hacia el abismo
quise que fuera juzgado
por hombres tan insensatos
que dudan un momento
en dar el consentimiento
de hacer de España una tumba
y esta sangre moribunda
del pueblo trabajador
será semilla fecunda
en otro tiempo mejor.
Otra víctima del pueblo
que tenéis a vuestro amparo,
pero de mi alma el barro
moldearán otras gentes
y volverán las vertientes
a limpiar otra mañana
toda la basura humana
todo cadáver viviente.
Y otra victoriosa lid
que viene de arriba a abajo
el capital y el trabajo
en lucha tan enconada
por vos ahora triunfada
o destruís sin piedad
nuestra buena sociedad
o vuestra hora será llegada.
Que un pueblo por derechos
se vuelve a soliviantar,
darán el plomo a sus pechos
pero tienen que triunfar
venciendo los malos trechos.
Ensañaros con mi vida
pero esta sangre homicida
que tenéis por alardes
por la sangre de cobardes
será sangre redimida.
Si algo triste me conmueve
es no besar a mis hijos
que tienen los ojos fijos
en el padre que se muere.
Por sus mejillas rendidas
de llorar amargamente
bajan lágrimas henchidas
de dolor tan aparente
a mis sangrientas heridas
por no poder abrazarlos
en mis brazos fuertemente.
¿Quién les dará mi cariño?
¿Quién les dará el pan?
¿Cómo estarán esos niños?,
cuánta tristeza me dan.
Hijos míos:
en presencia de estos hombres
en que pronto me harán pedazos
os mando besos y abrazos
Y de este maldito templo,
donde hoy se forja el crimen,
si aún vuestros ojos gimen,
recoged de mí el ejemplo.
Si el pueblo os necesita
no vaciléis un momento
cuando lo permita el tiempo,
como buenos alentad
que vuestras aspiraciones
sean la fraternidad.
Y ahora que caiga sobre mi cuerpo
como el plomo derretido
el merecido castigo.
Y si esta alegación
la creen como ficticia
pido sea la justicia
de poca moderación.
Y si ahogo entre mis labios
gritos de ira y rencor
no es falta de valor
son mis palabras leales
y digo con mis ideales
con toda fuerza y arrojo
desechando mis penurias
VIVA EL EJÉRCITO ROJO,
VIVA EL FUGADO DE ASTURIAS

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